jueves, 11 de octubre de 2012

Clinca del Sindrome de la D.N.

Clínica.- El signo capital o patognomónico, está claro que es la inducción al parricidio directo por agentes físicos -armas de fuego, armas cortantes, punzantes o contundentes-;  agentes químicos -envenenamiento, intoxicación- o, de forma indirecta, como es el abandono en situaciones límites -enfermedades graves, intervenciones con riesgo vital, trasplantes-, donde si se supera el riesgo, uno se ve  en la mas absoluta soledad y desamparo durante la convalecencia e incapacitado para recibir las atenciones necesarias -alimentación, higiene, administración medicamentosa, cuidados de la herida quirúrgica, etc-..
         El síndrome de la “Dulce Neus”, puede ser:
A)     Completo, cuando el parricidio se consuma y puede llevarle a cabo cualquiera de los componentes del clan, por lo general es uno de los hijos (en el caso de la “Dulce Neus”, una hija menor), pero la planificación y el “modus operandi” se ha ido gestando durante mucho tiempo.
B)      Incompleto, cuando la búsqueda del exitus, es mas bien un deseo; si el padre se encuentra enfermo por una enfermedad grave, ej. Insuficiencia renal terminal, o se somete a una intervención con riesgo vital como es un trasplante, el grupo formado por la madre y los hijos aprovechan esta situación para que se cumplan sus deseos -exitus letalis- sin que se produzca alarma social. Solo en lo mas intimo de su conciencia queda la amarga satisfacción de haber salido triunfantes, prueba de ello es que no suelen acudir al Hospital, a lo sumo realizan una visita de cortesía, llamada telefónica, etc,  por eso del que dirán. Sin embargo el recurrir a este sistema, con frecuencia suele fallar dado el avance de la Medicina y la Cirugía, pero en esencia, lo que cuenta es la intencionalidad.
Patogenia.- El mecanismo o vía a seguir es de índole psico-social.   Constituido el núcleo familiar, hay una primera etapa francamente bonita y esperanzadora. La venida de los hijos es un aliciente emocionante, una experiencia nueva. Se despiertan los instintos de protección, de ayuda, etc. Es una etapa muy activa, de trabajo intenso para proporcionar el mayor bienestar a ese núcleo familiar y por lo general reina una verdadera felicidad; a los padres no solo no les duele el trabajo sino que lo aumentan gustosamente para aportar la mayor cantidad de ingresos posibles. Esta etapa feliz y estimulante  comprende desde la niñez hasta la adolescencia.
       La etapa que sigue a la adolescencia es la pubertad, que se extiende hasta la nubilidad o comienzo de la juventud.
       La pubertad podemos decir que es la peor etapa en la vida de la especie humana. En ella se producen una serie de cambios biológicos, morfológicos, psíquicos y sociales de gran trascendencia que sorprenden a la persona. Este despertar a la primavera de la vida se realiza de forma explosiva, exuberante e intrépida; todo ello debido a la puesta en marcha del sistema endocrino. El organismo es invadido por una serie de hormonas que van a condicionar y a modelar no solo la parte somática sino también la parte psíquica y al mismo tiempo colocar al individuo en un estatus social desconocido. Es una etapa de rebeldía, de deseos de libertad,-que en muchos casos caen en el libertinaje- y entonces es inevitable el enfrentamiento, siendo el padre el que por tradición y porque a la madre le es mas fácil pasar la patata caliente, el que tiene que tratar de corregir esa desviación: Control de entradas y salidas, de las amistades, del inicio de hábitos nocivos,-alcohol, tabaco, etc.- . Estas medidas restrictivas, al adolescente le incomodan y se revela; sin embargo es imprescindible que deben cumplirse, pues las medidas se toman por su bien. Ellos deben dedicarse a los estudios a irse labrando unos hábitos sanos y saludables, a prepararse para ingresar en una sociedad donde se ha de imponer la lucha para abrirse camino y labrase un bienestar.
Si en este periodo de la adolescencia se da la circunstancia que entre los padres también surgen desavenencias, la madre se refugia en los hijos a los que trata de atraerlos en detrimento del padre; a éste le presenta como autoritario, mandón y hasta de maltratador y en esa división de fuerzas; padre  por un lado y madre e hijos por otro es donde se instaura  el inicio del síndrome ; desde este momento, puede ocurrir.
a)     Que el conflicto se solucione y todo vuelva a la normalidad.
b)     Que se acentúe, se cronifique y se inicie un estado larvado que va minando la armonía familiar de tal forma que si a esta situación se suman agentes externos de tipo psíquico como son alteraciones de la personalidad - desdoblamiento de la personalidad, personalidad paranoide, cicloide, etc.-.
En ese clima familiar enrarecido, lo normal es que evolucione a una recuperación total y absoluta y la vida familiar vuelva al mismo estado de felicidad que en la infancia. Pero si los conflictos persisten o se acentúan, la humildad y el respeto se transforman en agresividad y resistencia, la personalidad se degrada, el instinto de rebeldía, de lucha y de venganza se exalta. Si una de las partes es portadora de alguno de los trastornos de la personalidad como por ejemplo de tipo paranoide -que son hereditarios-,; tratará injustificadamente de interpretar las acciones de la otra parte como agresivas y amenazantes, haciéndose víctima, maltratada y considerando que la culpa no es suya adoptado una posición de desconfianza, de rencor y de agresividad. Características que va a proyectar sobre los hijos; si éstos se suman a esta tesis ya tenemos cerrado el círculo.
 Próxima entrada: Fisipatología del Sindrome de la Dulce Neus. Millan Rodriguez Tena

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