lunes, 18 de marzo de 2013

LA JUVENTUD ACTUAL

UNA TRAGEDIA COLECTIVA
Por eso, por colectiva la sufrimos y la repensamos. Sin señalar con el dedo, pero sin callar. En la noche de Todos los Santos, malhadada noche de jalogüin, han muerto cinco jóvenes, aplastadas por una avalancha humana en la celebración de una macro fiesta.

Según informaciones radiofónicas, cientos de padres recorrían los hospitales, en la mañana del día 1, indagando si alguna de las víctimas era su hija. No sabían donde estaba.

Inmediatamente se han exigido responsabilidades y se ha mirado hacia la Empresa organizadora, a la Policía, al Ayuntamiento: exceso del aforo, falta de control de entradas, desorden en la venta de entradas y varias formalidades mas. Justo es que cada cual asuma su responsabilidad.

Pero allí había unos actores principales, a los que nadie osa señalar: los jóvenes asistentes. Y ante estos hechos, no nuevos, los que llevamos en la sangre la vocación docente, nos hacemos muchas preguntas: ¿así es gran parte de la juventud que estamos formando?, ¿La que se siente feliz como masa irreflexiva?, ¿La que considera gran fiesta el formar parte de una apretada manada de miles de cabezas?, ¿La que para divertirse necesita estar muchas horas de “botellón” cuanto más macro mejor, a base de alcohol y droga?, ¿La que no consiente que sus padres le pongan un límite medianamente racional?. Porque esa juventud era en gran parte la de la fatídica noche de jalogüin, sin empacho de reconocerlo para acusar a los demás: “con mi entrada nos colamos doce”, “hice una copia que ruló entre mis amigos”, “estaba a reventar y seguíamos entrando”, “veías a la gente de la pista central mazo aplastada”, “yo entré con el carne de mi hermana mayor”... Es decir, trampas, falsificaciones, conciencia de la masificación. Porque eran mujeres y hombres jóvenes, pero adultos, responsables de sus actos. (Una locutora anunció así una de las muertes: “adolescente de 20 años”). Y no menos responsabilidad en los menores que, muy ufanos, se colaron. Sin embargo, ni una palabra pública de reproche. Es más, “El Presidente del Consejo de la Juventud de España ha pedido que no se demonice a los jóvenes por su forma de divertirse”, añadiendo, como gran justificación, que en cuanto al “consumo de drogas y alcohol, este colectivo repite patrones tristemente generalizados en la sociedad”.

Aparte de que esta última aseveración es muy discutible, -personalmente la niego- si la forma de divertirse es un delito o una aberración, hemos de decir que lo es y, de ninguna manera justificarla ni aplaudirla.

Justificar a los jóvenes culpando a la falta de control, a la permisividad de la autoridad, a la ausencia de policía y, como latiguillo, a la sociedad, es pedir a gritos disciplina, severidad y ejercicio de autoridad, conceptos muy ajenos a la vivencia de una buena parte de estos jóvenes nuestros, tan escasos de valores y de educación.

Por todo lo dicho, lo que menos interesa es mirar al Código Penal. Y si, en cambio, mirar fijamente a los ojos de los padres y de los educadores preguntándoles: ¿Qué habeis hecho?, ¿Qué estais haciendo con estos niños y muchachos que Dios ha puesto en vuestras manos?. Todas las condenas al Ayuntamiento, a la seguridad, a la Empresa y a los que pasaran por allí, jamás deberán tranquilizar vuestra conciencia.

No nos engañemos: Es estúpido que sigamos hablando de mundos desarrollados cuando nuestros jóvenes se divierten así: macro fiestas de ruidos ensordecedores, alcohol a raudales, peleas y más peleas entre ellos, pastillas, peligro, vacío interior...

Ahí no puede haber alegría verdadera, ni comunicación honda, ni lugar para amarse.

Esa diversión embrutece y, como hemos visto, mata. (Paloma Pedrero, L.R.).

Articulo firmado por Evangelio Sánchez Alvarez (Profesor), socio de la Asociación de Jubilados de los Colegios Profesionales en el Nº 109 de la Revista Balance y Perspectiva de dicha Asociación.m
Este articulo, debe ser leído, meditado y discutido en todos los medios de comunicación hablados y escritos y además divulgado masivamente por las redes sociales, pues se trata de una llamada de atención a las conciencias colectivas, a las mentes sensatas equilibradas, con empatía hacia nuestros semejantes; es una lección de honestidad y de sentimiento; de amor al prójimo y de crítica al mundo mediático que demuestra una carencia muy importante de su profesionalidad. No se puede llamar niñas a jóvenes de 20 años y no deberían nuestros jóvenes universitarios embarcarse en esos actos tan multitudinarios y tan macabros, destructores de valores éticos y morales. La juventud es el bien más grande de la humanidad y solo se tiene y se disfruta una vez, por favor no la malgastéis.
             Millán Rodriguez